Argentina puede presumir de haber sido cuna de grandes músicos y compositores a lo largo de toda su historia. Y no hablamos solo de los géneros nacionales, sino también de otros estilos que han llegado en las últimas décadas y que han pegado fuerte en la nación. Del pop al rock, pasando por los nuevos sonidos urbanos, e incluso las bandas sonoras, los argentinos han logrado demostrar una sensibilidad especial que ha llamado mucho la atención en el panorama internacional. Bandas como Rata Blanca, Soda Estero o artistas como Coti, Andrés Calamaro y Abel Pintos han logrado, cantando en castellano, conquistar toda Latinoamérica y España, e incluso otros mercados que hasta hace poco eran impensables para los músicos latinos. La música, una de las artes más inconmensurables que existen, siempre ha tenido en Argentina un verdadero paraíso.
De entre los músicos más destacados del país en las últimas décadas podemos hablar de Gustavo Santaolalla, un compositor que ha pasado prácticamente por todos los estilos imaginables y que actualmente, tras casi cinco décadas de trayectoria, sigue trabajando entre los mejores compositores del mundo, poniendo música a series de televisión y películas. La historia de Santaolalla es la del talento puro que se va abriendo camino a través de numerosas etapas, cada una de ellas con su propia caracterización y estilo especial, para dar lugar a un auténtico músico total, curtido en mil batallas y que actualmente puede enorgullecerse de ser uno de los más laureados y reconocidos argentinos dentro del panorama internacional. Para conocer más a fondo esa trayectoria, nosotros hemos querido dedicarle este artículo, con un recorrido detallado de todo lo que ha hecho hasta ahora el compositor bonaerense.
Santaolalla nació en Buenos Aires en 1951, y se formó musicalmente desde muy pequeño. De hecho, fundó su primera banda en el año 1967, con apenas dieciséis años. Se llamaba Arcoíris y tenía mucha influencia del rock experimental, pero también de la música tradicional de su país. Después de aquella banda, que logró cierto éxito a nivel nacional, vendría Soluna, que solo duraría un par de años. En 1977, Santaolalla decidió exiliarse a Los Ángeles, Estados Unidos, agotado por la censura que la dictadura militar de Videla estaba imponiendo en el país. Aquel cambio fue también un punto de inflexión en su vida, ya que comenzó a trabajar más profesionalmente en su faceta como músico y productor, algo que cristalizaría en los 80 y en los 90 con algunos de los mejores discos del rock latino, participando en producciones para gente como Caifanes, Café Tacuba, Julieta Venegas o Soda Stereo.
Santaolalla ha pasado por tantas etapas como músico que es casi imposible quedarse con una sola característica, más allá de la increíble adaptación que posee a casi cualquier estilo. En sus primeros tiempos, el rock experimental, con mucho sintetizador y sonoridades ambientales, era su género más marcado. Luego se pasó al rock, al pop o al punk, alternando sus propios proyectos con sus producciones para otros artistas. Como compositor de bandas sonoras, trabajo que le ha dado fama internacional en las últimas dos décadas, Santaolalla muestra un estilo intimista en sus composiciones, con el uso de instrumentos folk en muchas de ellas, y dotando a sus piezas instrumentales y orquestales de una sensibilidad muy especial que le ha llevado ya a ganar dos premios Oscar.
Después de tener sus propios proyectos y triunfar como productor de bandas latinas en los 90, Santaolalla se centró un poco más en su labor de compositor de bandas sonoras para cine y televisión, ya a partir de los años 2000. Su colaboración con el mexicano Alejandro Gómez Iñarritu durante esa primera década del siglo fue muy fructífera, con bandas sonoras como la de Amores Perros, 21 Gramos o Babel, ganando con esta última su segundo premio Oscar. El primero lo había conseguido tan solo un año antes gracias a la banda sonora del western dramático Brockeback Mountain. Aquellos dos galardones consiguieron colocar a Santaolalla en el Olimpo de compositores de bandas sonoras en Hollywood.
Desde entonces, el argentino ha participado en otras bandas sonoras importantes, como Biutiful, también de Iñárritu, El Libro de la Vida o Relatos Salvajes, una de las películas argentinas mejor consideradas de la última década. Su trabajo para televisión también le ha traído muchas satisfacciones, como la nominación para el Emmy por su tema original de cabecera en la serie Hell on Wheels, o su extenso trabajo para la serie Narcos: México, de la plataforma Netflix, así como su trabajo para El Cid, la serie española de Amazon Prime, que ha sido uno de sus últimos grandes proyectos.
Santaolalla no solo ha destacado como compositor para grandes producciones televisivas o cinematográficas, sino que también ha logrado sobresalir mucho en los últimos años gracias a sus bandas sonoras para videojuegos. Este sector ya se ha convertido en el más importante dentro de la industria cultural, y no es de extrañar que los grandes estudios se gasten millones de dólares en un juego potente, y que para ponerle música contraten a todo un ganador de Oscar como Santaolalla. Es así como el argentino llegó a participar en la banda sonora del gran éxito del estudio Naughty Dog, The Last Of Us. El juego, lanzado en 2013, cuenta una historia apocalíptica en la que un hombre y una niña deben sobrevivir a una plaga de zombies.
El juego, cuya historia y jugabilidad rayan a un altísimo nivel, también cuenta con una banda sonora a la altura, obra de Santaolalla, que consiguió dotar de mucho lirismo y humanidad a la aventura entre Joel y Ellie. La banda sonora fue muy aplaudida, tanto que para la continuación, el estudio no dudo un solo instante en llamar de nuevo a Santaolalla para que se encargara de llevar a cabo la nueva música de la secuela. The Last Of Us II apareció en 2020 y se convirtió en uno de los juegos más comentados del año, con la banda sonora como uno de sus puntos más potentes.
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